martes, enero 02, 2007

¿Noche qué?

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Sentado en la cocina de casa me fijo en el microondas, en la bitrocerámica, en esas cosas que casi ni te das cuenta que existen cuando te acostumbras a ellas y que volveré a echar en falta dentro de unas horas cuando este en Londres. Me resulta curioso despertarme en un país y acostarme en otro. Esta sensación se multiplica cuando, además, ese mismo día me despertaré en un año y me acostaré en el siguiente.

Repaso en mi cabeza lo que ha dado de sí esta semana que he pasado en Madrid. He visto a casi todas las personas que necesitaba ver, he jugado al baloncesto después de meses (uno de siete en triples, uf) he descansado y me he divertido. Me doy cuenta que a veces no puedo evitar decepcionarme con ciertas cosas a pesar de ser consciente que probablemente el problema no este en la acción, sino en la interpretación. ¿Qué puedo decir? Si me dieran una lista de defectos y tuviera que elegir uno, este sería posiblemente el primero.

No me he afeitado en toda la semana en Madrid siendo el periodo de tiempo más largo que dejo crecer pelo en mi cara (hablo de barba, no de perilla).

Me voy de Madrid cerrando este paréntesis vacacional dentro de este gran corchete que esta siendo la etapa en Londres.

Me pica la “barba”.

Llego con el tiempo justo al aeropuerto. Facturo la maleta sin casi recordar como era esta posponiendo un posible pequeño sufrimiento cuando tenga que reconocerla en Gatwick.

En el control policial me hacen tirar el desodorante que tengo en la mochila y sacar el café rebuscándolo entre mis cosas para demostrar que aquello no era un termo con el que pretendía inmolarme durante el vuelo.

Corriendo entro al avión y me alegro al ver que me toca ventanilla y espacio suficiente delante de mis piernas para poder estirarlas. El avión despega y en cuestión de minutos sobrevuelo las nubes. Me gusta poder verlo y me gusta que llueva debajo de mis pies.

Hora y cuarenta de viaje. Aterrizo en Londres...