lunes, noviembre 02, 2009

Mind the shower

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NO QUEDA GEL.

Uno esta en pelotas, empapado y con champú en la cabeza y, oh, que bien, no queda gel. Y exprimes, aprietas el bote como si te fuera la vida en ello y nada, ni una sola gota. Es entonces cuando tu ingenio se dispara: Abres el bote y ese mínimo resto que queda y que jamás llega a caer, lo llenas de tres dedos de agua. Le das vueltas sutilmente, no vaya a ser que el tapón no cierre bien y desborde tu esperanza y entonces, te lo echas por encima para después exclamar un:

Pfff ¿en serio?

De pie y desamparado te encuentras con un bote completamente vacío y un escupitajo de gel en el cuerpo. Guiñas un ojo y miras dentro de la botella revisando hasta el último rincón. Nada. La suerte no parece haberte dado la espalda del todo y recuerdas que en el armario hay un bote. Uno lleno en concreto. Sales de la ducha y, con los pies en la alfombrilla, miras el suelo y piensas que al fin y al cabo, sería una pena inundarlo. Entonces empiezas a arrastrar la alfombrilla de la ducha con los dos pies apoyados y alternando un empujón del derecho, con otro del izquierdo, avanzando lo que debe ser medio centimetro por empujón.



Y si bien la alfombrilla se mueve muy poco, parece ser que otra cosa no esta tan de acuerdo y el efecto péndulo alcanza un nuevo significado.

Llegas al armario, te agachas a por el gel, te miras al espejo, te descojonas.

De nuevo en la ducha y habiendo sido generoso en la abundancia de gel por todo el cuerpo, sales y, oh, qué bien (bis), la toalla está colgada en la otra punta del baño. Repites la maniobra teniendo que recorrer aun más distancia cuando a mitad de camino oyes que alguien tira del pomo de la puerta. Durante esa fracción de segundo que no recuerdas si el pestillo estaba echado te ha dado tiempo a dar un paso para atrás con la alfombrilla y a taparte eso que pendulea.

Y es que tu casa nunca fue de esas en las que se ven en pelotas los unos a los otros.

La persona al otro lado de la puerta capta el mensaje y decide marcharse. Tu te has quedado a mitad de camino, a la altura del armario y, otra vez, a la altura del espejo.

- Fiuuuu, eso estuvo cerca - dices disparándote a ti mismo.