jueves, junio 29, 2006

El cielo

___________________________________________________________

Estábamos a punto de volver de las vacaciones, el trayecto sería Matalascañas – Sevilla. Una hora en coche nos esperaba por delante la cual parecía más larga de lo que en realidad era, debido a que en los tres meses que estuvimos allí no habíamos montado en un coche durante más de diez minutos seguidos.

Mi madre llevaba ya un buen rato sin parar de moverse de un lado para otro de la casa. Siempre se pone especialmente nerviosa y de mala leche en los momentos previos a un viaje y una de estas consecuencias es tener que revisarlo todo quince mil veces para comprobar que está en orden.

En una de esas ochocientas vueltas que dio se encontró con mi abuela de pie en medio del salón, ya llevaba así un buen rato y no parecía que tuviera intención de sentarse. Al verla mi madre, con un tono mas de petición que de queja, le dijo algo así como “¡Ay! ¿Por qué no te sientas?, ya llevas de pie un buen rato…” a lo que mi abuela respondió, “Hija, voy a estar una hora entera sentada sin casi poder moverme, deja que me canse de estar de pie hasta que entremos al coche…”

No puedo explicar muy bien por qué la respuesta de mi abuela me pareció lo más sensato que había oído en muchísimo tiempo. Hoy por hoy, cada vez que voy a clase en transporte público y me toca estar de pie porque todos los asientos están ocupados, recuerdo las palabras de mi abuela y me animo a mi mismo recordando que será mucho mejor coger asiento cuando me haya cansado de estar de pie.

Una vez entramos al coche en ese mismo viaje, pude ver a mi abuela mirando al cielo. Cuando dejó de mirar me dijo que el cielo estaba enladrillado. Miré entonces al cielo esperando que, por sus palabras, el cielo estuviera nublado y con una tormenta próxima a nosotros.

Cuando mire hacia arriba lo que pude ver fue algo así:




Volvía ayer de ver el partido de fútbol con alguna cerveza que otra de más, me bajé del autobús ya en mi barrio y de repente noté como una gota de agua del tamaño de pelota de golf caía sobre mi espalda. “¿Quien me ha escupido?”, pensó el borracho que relata la historia. Antes de que pudiera caer en la cuenta de la tontería que acababa de pensar, otras dos gotas de agua cayeron sobre mí. Saqué el lado racional que llevaba dentro y miré al cielo pensando que aquello que caía quizá no eran escupitajos, sino que probablemente fueran gotas de lluvia. Así era. El cielo estaba totalmente encapotado, y apareció el olor tan característico a asfalto mojado que precede a la tormenta.

“Bueno, menos mal que ya estoy llegando”, pensé. Justo entonces, en el horizonte, el cielo durante dos segundos se volvió completamente morado y un rayo enorme atravesaba ese increíble flash. Al no tener a nadie a mi lado al que poder dar un codazo y decir “joder, ¿has visto eso?”, no pude hacer otra cosa que llevarme las manos a la cabeza y gritar: “¡JODER!”

Empezaba a llover entonces con mucha fuerza, ya veía el portal de mi casa al fondo, pero esperé de pie mojándome como un cabrón, a ver si conseguía ver otra vez aquel increíble relámpago.

Volvió a suceder, con menos fuerza que la anterior vez. La lluvia sin embargo caía muy fuerte por lo que me hice los pocos metros que me quedaban hasta casa corriendo…

Y me acordé. Me acordé de lo increíblemente enladrillado que me parecía que estaba el cielo y me dí cuenta de que la mejor forma de mantener vivas a las personas, es recordándolas.



Suena: Eyes Of Fire – Dead to the World

domingo, junio 25, 2006

Viceversa

___________________________________________________________

Era jueves por la noche y apenas corría el aire por la estrecha calle donde nos encontrábamos. Ahí estábamos unos cuantos amigos charlando de cosas intrascendentes la mayoría de ellas y que solo recordaríamos de casualidad a lo largo de la noche.

Resultó que al rato se produjo una de estas casualidades.

Me contaba un amigo, en un contexto que le excusaba de parecer un fantasma, como una vez una chica se acercó a el y sin mediar palabra le empezó a besar. Lejos de rechazarla este amigo le siguió el juego o lo que quisiera que fuera aquello.

Pocos minutos después de que este amigo nos contara la anécdota, un grupo de chicas pasó al lado nuestro. Una de ellas se desmarcó y vino hacia nosotros. Sin tiempo a entender que hacía ahí la chica en cuestión, se empezó a acercar a mí por lo que yo la empecé a mirar como intentando acordarme de si era alguna vieja amiga a la que no había visto de hacía tiempo y no lo recordaba. Parecía ser que no. Una vez llegó y se puso enfrente de mí, la rubia me miró a los ojos y me dio un beso en la mejilla.

¿Qué hizo ella después? Irse. ¿Qué hice yo?

Quedarme parado con cara de gilipollas.


Una vez pasado el impacto inicial una pregunta me surgió en la cabeza y fue la de, ya no como hubiera reaccionado ella si el que hubiera hecho eso, hubiera sido yo, sino la de ¿cómo de fuerte hubiera sido el guantazo que me habría dado?


He aquí un post corto dedicado a la reflexión…


Suena: Thrice – Stand And Feel Your Worth

lunes, junio 19, 2006

Los 40

___________________________________________________________

Son las 4 de la madrugada y me encuentro en la plaza de Cibeles esperando al autobús que me llevará a casa. Mucha gente espera ese mismo autobús que aún no llega mientras que yo intento coger una buena posición para sentarme, de lo contrario seguramente me siente en el suelo del autobús.

Estoy de pie cuando llega, mis rodillas empiezan a temblar de lo excesivamente cansado que estoy. Entre codazos y forcejeos consigo hacerme un hueco y sentarme en un sitio individual. Imagino que tardaré pocos segundos en dormirme y así es. A pesar de lo tremendamente incómodo que me encuentro, estoy tan dormido que parece que estoy muerto, el único que consigue hacerme volver al mundo real es el hilo de baba que noto que empieza a resbalarse por la comisura del labio. Rápidamente miro a mi alrededor y suspiro al observar que nadie me estaba mirando en ese momento…

Miércoles, jueves, viernes y sábado son los días en los que he trabajado en el Vicente Calderón haciendo de segurata para el concierto de los 40 principales. Los dos primeros días la sensación de no hacer nada eclipsaba cualquier tipo de ganas de empezar a hacer algo que no fuera sentarse y darle vueltas a la cabeza…

Los jefes nos colocaban según les venía en gana habiendo unos sitios verdaderamente cojonudos, donde podías hablar con otros compañeros y veías el tránsito de gente y otros sitios completamente solitarios en los que costaba mucho no desquiciarse en las muchas horas que se pasaban allí.

El viernes me colocaron justo delante del escenario, podía ver los ensayos de los grupos que había allí lo cual suponía toda una suerte para algunos, pero nada de eso para mí ya que me tocó estar de pie al sol unas cuantas horas. Lo único que se salvó fue una extraña sensación o sentimiento (no se como llamarlo) que tuve cuando estaba ensayando Bisbal. Empezó a cantar el “Ave María” con toda la coreografía (patadas, tirabuzones de 360 grados… ya sabes) y parafernalia rodeándole. Las últimas notas de la canción llegaban a su fin, la música se elevaba para concluir en un rotundo “¡¡¡¡¡chan!!!!!” cuando acabó la canción… y a continuación, ¿sabeis que pasó?... ¿SABEIS QUE PASÓ?:


NADA

Eso es, no pasó absolutamente nada. Un silencio sepulcral invadía el Calderón, si acaso el ruido del martillo de algún trabajador. Cuando acabó la canción miré a mi alrededor como preguntándome que era aquello tan extraño que estaba ocurriendo y que no llegaba a saber que era, entonces caí en la cuenta que aquello tan extraño se llamaba silencio, el silencio más inesperado posible cuando lo que esperas es una ovación que te haga salir corriendo de allí.


SÁBADO.

Ya habían pasado muchas horas haciendo el paripé vigilando zonas a las que nadie importaba y a en las que jamás nadie se le ocurría entrar y en el caso de que lo hiciera saldría tras comprobar que no allí había nada que ver.

Era sábado, el día del concierto y el día en el que iba a tocar pringar de verdad. Tenía un turno de 18 horas.

Salí de casa a las 7 de la mañana, entré a las 8. Uno de los jefes me puso en una zona ambientada con alfombras rojas y muchas plantas y objetos decorativos. Estaba al lado del set de entrevistas donde los presentadores de los 40 principales entrevistarían a todos los artistas y en seguida me di cuenta de que tuve mucha suerte porque las horas se pasarían sin duda mucho más rápidas viendo al alto standing de la música pop española.

Justo al lado estaba el bar donde me situaron a mi. En ese bar entrarían los que tuvieran la pulsera incdicada a tomarse unas copas después de su actuación. Mi función era controlar quien llevaba la pulsera de color morado o dorado la cual permitía acceder al bar y también controlar que no se sacara bebidas fuera del mismo.

Ya llevaba allí muchas horas muerto del asco cuando por fin empezó a haber más tránsito. Al principio, comentaba con un compañero que tenía al lado, a quien íbamos viendo: “!Eh mira! Los Celtas Cortos” “y ese es Mikel Erentxu…” ostia, ostia… esa es Alaska!”

A medida que pasaba el tiempo ya se veía a los famosos como el que se encuentra con alguien del barrio en otro lugar que no sea el barrio. Como esa sensación de… yo te he visto antes, pero tampoco me importa.

Lo curioso de la noche fue cuando en la puerta, con las piernas ya rotas de la cantidad de horas que llevaba de pie, pude comprobar aquello que gusta tanto de “que famosos eran majos y quienes no”.

Me he dado cuenta que normalmente cuando alguien encuentra con un famoso tiene un concepto equivocado del “es majo” y es que este es majo se confunde con un “es correcto o educado”. Me refiero a que uno no puede saber si alguien es simpático por el simple hecho de que te diga “hola, buenas noches” o que no te muerda la oreja por pedirle que te firme un autógrafo. Digamos que el termino medio estaría entre el ser educado (gente como Sabina, Iván Ferreiro, Malú o Julieta Venegás (o como la conocía “La Juleta Venegas esa”)) que es gente que entra, saluda, no da problemas en que le pidas que te enseñen la pulsera para acceder al bar y se despide cuando se va. Luego estarían los maleducados (Álex Úbago, Antonio Orozco, el guitarrista de Amaral) que es gente que no te saluda cuando entra, y a las cual les molesta que les pidas la pulsera y se quedan pidiéndote explicaciones de por qué no se puede sacar la bebida.

Luego ya en los extremos estarían los que son simpáticos como el de Estopa (cuando le dije a uno de ellos que no se podía sacar bebida, se acabó casi una copa entera del tirón y dijo "ale, se acabó el problema") el guitarrista de la oreja de Van Gogh que se quedó hablando un rato conmigo, los de Pereza (les comenté que era del barrio y claro…) o el cantante de Jarabe de Palo. Y en el otro extremo estarían los endiosados que se creen que por salir en la tele tienen derecho a tratarte como si no existieras, es el caso del presentador de los 40, Tony Aguilar, del cantante de Ketama, de Loquillo o de Miguel Bosé.

Y luego, independiente de todos ellos se encuentra él.

Francis Lorenzo.



Aún retumba en mi cabeza el eco del traqueteo de su mandíbula.

Mi turno se alargó dos horas más de lo establecido. Como protesta empecé a sacarme wiskazos bebiéndomelos en cuestión de segundos para que el jefe no me viera lo que provocó que entre esto y el cansancio que tenía, acabara con una borrachera importante lo que hizo que vacilara a algunas mozuelas asegurandolas que no se podía entrar al bar en zapatillas.

Después me fui a Cibeles a coger el buho.


Suena: Sonic Youth – Cross the Breeze

lunes, junio 12, 2006

¿Qué le pasa a la gente?

___________________________________________________________

En este mundo hay dos tipos de cosas: las que entendemos y las que no.

Dentro del primer apartado diría que:

- Para poder permitirse algún viaje en verano hace falta dinero, para tener dinero hace falta trabajar, para trabajar muchas veces hay que coger lo que venga aun a riesgo de no estar del todo convencido…

¿A donde quiero llegar a parar? Pues a que a partir de este miércoles y hasta el lunes que viene estaré trabajando de lo que se conoce como segurata, en el concierto que organiza los 40 principales en el Calderón y al que irán todos aquellos artistas tan a favor de la SGAE y tan en contra del buen gusto en general.

Me siento un poco escéptico ante el trabajo porque no sé muy bien si sucumbiré ante el montón de horas que me esperan de pie aguantando a quinceañeras rebeldes, o si por el contrario sacaré partido de alguna anécdota que seguro se sucede en los cinco días que andaré por ahí…

Sea lo que sea, supongo que acabaré contándolo por aquí. O no, yo que sé. En cualquier caso si alguién quiere que le llame al móvil cuando Bisbal cante alguna versión de Pantera, que me lo haga saber en forma de comentario.





- Dentro del segundo apartado destacaría algo a lo que llevo dándole muchas vueltas últimamente, y no es otra cosa que a la gente que no tiene cara de a lo que pertenece. ¿Qué de que hablo?:



Jeff Hornacek


¿Y quién es Jeff Hornacek? Os preguntareis muchos.

¿Acaso es un vendedor de seguros? ¿Un ex-repartidor de pizzas?,

¿Es Jeff Hornacek el que hacía de granjero en alguna peli de los 70?

No joder, Hornacek es un ex-jugador de la NBA Y DE LOS BUENOS. Jugó en Utah Jazz y enchufaba triples que daba gusto. Quien te lo iba a decir ¿eh?.




Luis Aragonés.

Quizá este cueste más hacerlo encajar en otro papel porque ya le tenemos más visto que el tebeo y más hoy por hoy con toda la parafernalia que se monta con el Mundial, pero joder ¿acaso Luis Aragonés no tiene cara de familiar cabrón?.

Hablo de ese típico tío abuelo tuyo al que ves una vez cada bastantes meses y que te echará la bronca por tu forma de hablar, por los piercings que tienes en la cara o las orejas o por la ropa que llevas, y aparte de todo esto, jamás te soltará un duro por mucho tiempo que haga desde la última vez que lo viste.

ESE, ese es Luis Aragonés. Si no lo veis de esta forma, quizá lo encajeis más dentro del típico vecino cascarrabias que se levanta temprano para ir a comprar el pan con su chandal de táctel azul turquesa y su periódico debajo del sobaco.



Curry Valenzuela.


- Seño, Seño, puedo ir a hacer pis

- Aguantate Luisito, que ya va a sonar el timbre.



¿Es Curry Valenzuela (no quiero chistes en relación a su nombre y el mío, panda de cabrones) la clásica maestra de esos primeros cursos de Primaría?

No joder, no, Curry Valenzuela es presentadora y moderadora de un programa de debates en Telemadrid. Yo desde luego no doy crédito, y sus alumnos supongo que tampoco mucho.


Suena: Unearth – Lie to Purify

miércoles, junio 07, 2006

Viaje de vuelta

___________________________________________________________


Otro examen más.

Hace cinco minutos me preguntaban si quería que me acercaran a casa. Me negué simplemente porque me apetecía volver solo, cosa que tras ver entre unos matorrales como se me iba un autobús y como el siguiente en el que entré no conseguía sitio, me hicieron dudar sobre si mi respuesta había sido la acertada.

Siento como el hecho de que este cansado anímicamente, provoca que también lo este físicamente. Abatimiento es la palabra que se me viene a la cabeza, la cual tengo apoyada en una barra del autobús, esperando a llegar a Moncloa y allí coger el metro.

Llego al metro y bajando las escaleras veo al tren arrancar sin ni siquiera darme la opción de correr para intentar alcanzarlo. Suspiro. Miro el marcador y me dice que quedan 2 minutos para que llegue el próximo. El próximo tren.

Me siento en uno de esos asientos de metal del andén que casi siempre están ocupados, y es que alguna ventaja debía tener que al conductor no le hubiera dado la gana esperar diez segundos más.

Entro al metro y pillo sitio. Suspiro otra vez y cierro los ojos sin llegar a dormirme. Cuando los vuelvo a abrir ya habían pasado dos paradas. Noto como las lentillas se me secan por el sueño y me tengo que frotar los ojos para dejar de ver borroso. Cuando finalmente consigo abrirlos del todo y ver con nitidez lo que hay a mi alrededor, me sobresalto al ver que la tía que tengo sentada justo delante lleva unas gafas de sol que le cubren tanto la cara que se acerca más a mi concepto de máscara, que de gafas.

Agacho la cabeza un poco y sin siquiera haberlas visto acierto en cual es su tipo de calzado:

Alpargatas rosas.

Llego a otra estación sorprendido porque no hubieran pasado dos paradas más. Antes dos paradas se me hicieron como una, ahora una se me hace como dos.

Me cago en las alpargatas.

Vuelvo a cerrar los ojos para poder ver cosas agradables como zapatillas azules, o unas gafas de sol de verdad. Consigo apartar de mi cabeza imágenes desafortunadas para recordar la extraña sensación que me aborda cuando coincido con alguien en el cuarto de baño porque ambos nos lavamos los dientes. Siempre hago una carrera aún sin el conocimiento de la otra persona pero en el que la persona que gana es aquella que acaba más tarde. Supongo que se me ha quedado una rencilla de cuando era pequeño y tenían lugar este tipo de eventos en los que si uno acababa antes, la típica recriminación del que estaba al lado saltaba en modo de: “Joe eh! Que poco tiempo te lavas los dientes… ¡se te van a poner amarillos!”.

Vuelvo a abrir los ojos. Solo quedan dos paradas y me doy cuenta que los viajes se me hacen más cortos cuantas menos ganas tengo de llegar a mi destino.

Se baja la tía de las alpargatas.

No puedo evitar mirar prácticamente todos los pies de las personas que tengo delante a pesar de lo poco que me gustan. Demasiadas sandalias.

Demasiados cayos.

Llego a mi parada y bajo trastabillado por esa mujer que entró sin dejar salir y que me hace resoplar algo así como: “Jrfffffff”.

Veo a mi hermano entrar por otra puerta al vagón del que yo salgo y le grito un “¡¡hasta luego!!” que no consigue oir a diferencia del resto del andén que me mira con ojos de “¿es a mi?”. Al no parecerme apropiado responder “no, no es a vosotros”, estiro la cabeza y la muevo de un lado a otro para hacer ver que busco al destinatario de mis palabras. Ni puto caso.

Llego al autobús que me dejará en casa. Saludo al conductor y no responde. Si no le pego es porque lleva zapatos, y no alpargatas.

Me siento atrás del todo con la esperanza de no encontrarme con nadie y poder acabar el viaje de manera digna.

Arranca el autobús y cierro los ojos buscando algún otro pensamiento que tan útil me había sido en el metro. Sin saber como llego al recuerdo de un sueño que me hizo sudar mares durante la noche anterior, y es que ví como el que era mi jefe me recriminaba el por qué había dejado de ir a trabajar si el contrato aún estaba vigente.

Y solo de escribirlo ya he vuelto a sudar.

Intento recordar algún otro sueño más alegre y recuerdo uno bastante extraño en el que me veía a mi mismo pensando en un montón de estupideces yendo hacia la facultad para hacer un examen.


Suena: Mogwai – Moses?

jueves, junio 01, 2006

Como tu veas

___________________________________________________________

A veces, el remordimiento de saber que tengo que madrugar y ser consciente de que voy a dormir muy poco debido a lo tarde que se me ha hecho, me hace irme a la cama sin llegar a tener sueño esperando encontrar este entre los muchos pensamientos que tengo en este momento y es que entre el silencio y la oscuridad, poca cosa queda aparte de darle vueltas a la cabeza.

Una de las cosas que pienso a menudo, y lo digo a pesar de parecer un gótico de esos que llevan camisetas de Cradle of Filth y se disfrazan de El Cuervo sin ni siquiera ser Halloween, es en la muerte. Y ahora cambio de párrafo para explicarme un poco.

No es que piense en la gente que ya se ha ido o en suicidarme por alguna razón, pienso en las consecuencias de qué pasaría si muriera alguien que quiero o incluso llego a pensar que pasaría si muriera yo. Vamos, que pienso más en lo que pasaría, que en lo que ha pasado. Una de esas veces en las que me encontraba con la cabeza en la almohada caí en la cuenta de una razón no tan aparente de porque la muerte resulta tan triste y es que, uno no siente solo su pena, sino que siente también la de los demás.

Por ejemplo, cuando un amigo nuestro nos dice que se ha muerto alguien cercano a él, lo sentimos mucho a pesar de no tener ni idea de quien es ese cercano, lo importante es lo que esa persona significaba para él. También creo que puede pasar eso cuando muere alguien conocido nuestro, y es que no solo sentimos nuestra pena, sino que sentimos la pena de lo que esa pérdida ha significado en tanta gente a la que queremos.

Y para quitarle oscuridad a todo esto, he de decir que caí en la cuenta de todo esto gracias a una similitud que resulta bastante opuesta a todo lo que he hablado antes: la felicidad.

Este pasado fin de semana estuve en uno de los mejores conciertos que he visto y también tuve la suerte de ascender de categoría con mi equipo de baloncesto. Pude compartir ese concierto con muchos amigos y sabía simplemente mirando a los ojos a estos o con un simple gesto, lo que estaba significando también para ellos, era algo así como una felicidad contenida a la vez que desbordante. Con el equipo de baloncesto esta felicidad fue bastante distinta, más explosiva. En cuanto acabo el partido empezamos a abrazarnos todos, manteamos al director del equipo a pesar de cargar con más de 100 kilos en lo alto, nos metimos todos en la ducha saltando y gritando “eh eh eh eh!” (para quitarle mariconeo al asunto, estábamos vestidos) y luego nos fuimos a celebrarlo entre risas y borracheras de por medio.

Lo que quiero explicar es que esta felicidad fue realmente completa por eso que dicen de que la verdadera felicidad, es esa que se comparte.

Y aquí estoy yo, en plenos exámenes y hablando de la felicidad… contradicciones putas.

Me voy a la cama a ver que se me ocurre.


Suena: Breach – Big Strong Boss