martes, octubre 27, 2009

Espíritu de supervivencia

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Abro la nevera con hambre sin saber que coger esperando aclararme con algún resto rápido que no necesite ser cocinado. Veo una botella de horchata. Cuando hay horchata en la nevera, no existe lugar a la duda, echo un tiento mientras sigo rebuscando alguna idea: lechugas, paquetes de salchichas, verduras, botes de distintas salsas...
Desisto mientras le doy el que debe ser el cuarto tiento a la botella de horchata. Suelto la botella, cierro la nevera y vuelvo a mi habitación con un buen sabor de boca pero con el estómago vacío.
Vuelvo a abrir la nevera diez minutos más tarde. Repito exáctamente el mismo procedimiento.

Pasan dos horas, he sacado a mi perro y vuelvo a casa con el estómago tan exigente que hasta me veo capaz de hacerme un bocadillo. Abro la nevera. Me encuentro un bol lleno de gambas.

- ¡¡¡SI!!!

Veo entonces la botella de horchata. La miro. Miro el bol de gambas. Cojo una que amenaza con soltar mucho jugo cuando le quite la cabeza. La suelto. Cojo la botella y la agito en el aire comprobando que, inexplicablemente, le debe quedar aún más de la mitad. Suelto la botella. Cierro la nevera.

Abro la nevera y le pego otro tiento a la botella de horchata. La paladeo mientras miro las gambas. Le doy otro trago, un tercero. Un cuarto. Suelto la botella.

- Me tenía que duchar de todas formas. Me ducho, me lavo los dientes y ya estaré dispuesto a comerme cuatro o cinco de estas.

Cierro la nevera.

Cenando gambas en la cocina le comento a mi madre que se ha acabado la horchata. Pero aún no está todo perdido...

martes, octubre 20, 2009

Algo que contar

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A punto de doblar una esquina, recordaba haber meado hace poco pero no recordaba, en cambio, haberme subido la bragueta. Doblo la esquina y veo a cinco metros a dos monjas que andan con la mirada fija hacia alante sin hablar una sola palabra entre ellas. Al no considerar apropiado el momento para llevarme la mano a la entrepierna para comprobar, prefiero esperar a que las monjas pasen y entonces descubrirlo. Pero no me hace falta esperar ya que nada más terminar de pensar esto, una de ellas clava su mirada en mi pantalón. Pillado.

- Anda que, tenían que haber sido unas monjas... Y encima con los calzoncillos estos de rayas y de botón, ¿Y si el botón está desabrochado? Un descuido lo tiene cualquiera, ¿no?. ¿Pueden las monjas echar mal de ojo?.

Al instante de dejar las monjas atrás, procedo a corroborar a través de la bragueta si los calzoncillos parecían menos blasfemos vistos desde fuera.

Pero la bragueta estaba subida.

Sigo andando hacia el bar. No me encuentro nada bien. A mi derecha veo un cartel en el que Fernando Alonso posa con un reloj Viceroy. Veo mi cara en el reflejo del cristal. Una monja me acaba de mirar el paquete y segundos después Fernando Alonso me pone morritos. Pienso en ello, vuelvo a mirar el cartel y vuelvo a ver mi cara reflejada.



Vuelvo a mirar mi bragueta. Sigue subida.

Me cruzo con mucha gente. Les veo y pienso: ¿irán a comprar pan?¿leche?¿cocaína?.
¿Quién vivirá más tiempo, este tipo o yo?¿Cuándo fue la última vez que este otro hecho un casquete? Dios, tiene cara de llevar mucho tiempo sin echar un polvo. ¿Habrá echado un casquete?. ¿Cómo es posible que este tipo me transmita la sensación de tener millones de periquitos en su casa? ¿Cómo es posible que alguien, por la forma de vestir, de andar y por su aspecto físico me llegue a reflejar que tiene millones de periquitos en su casa?
¿Seguro que tengo subida la bragueta?.

Despierto entonces de un letargo absurdo. Miro a mi alrededor y me doy cuenta que llevo un rato andando en dirección equivocada. Llego tarde y con mal cuerpo.

También empieza a hacer frio y creo que esto es bueno, porque siempre está bien tener algo que contar.

jueves, octubre 01, 2009

Takeshi's Battle

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¿Os acordais de Humor Amarillo? Sí, sí, ese programa que la gente no hacía más que reclamar que volviera para que en pocos meses se fuera a tomar por culo por bajas audiencias. Pues bien, en este programa existía la prueba del laberinto y en ella, el concursante tenía que cruzar este intentando no encontrarse con los dos malos malísimos que sigilosamente esperaban dentro para untar la cara de mierda a dicho concurstante. Otra dificultad que entrañaba la prueba era que la puerta de salida que uno se podía encontrar no era solo la valida, sino también una puerta trampa que daba a un charco lleno de barro y mierda a rebosar. En esta prueba existía un momento crítico en la vida del concursante, este consistía en que, una vez escuchados los gritos de las dos malas bestias que venían pisándole los talones para patearle el culo, el concursante abría la puerta que daba al charco de inmundicia.

- ¡Bien! entonces ahora mis opciones son o bien tirarme a esta cloaca que huele a ratas muertas, o que el calvo gigante y el pelirrojo mellao me cojan y traten de estrangularme con sus guantes bañados en queroseno.

Hace unos años (unos cuantos ya) un joven y fresco Curro recien aprobado selectividad, decidió escoger la carrera de Trabajo Social como primera opción para iniciarse en sus estudios universitarios. Oh joven Curro, menudo subnormal de las pelotas.

Años después sigo estancado en esta carrera con una sensación sofocante de no ser capaz de aprobar ni una sola asignatura más por una desmotivación tan brutal que me atasca en un pozo de mierda del que no puedo salir. ¿Aprobar las que me quedan de una puta vez, o tirar la toalla?, para el resto de la población humana una decisión guiada por la evidencia, ¿para mí? una decisión guiada porque no quiero que el calvo y el mellao me pateen el culo.

Con mi futuro tambaleándose más que una gelatina en la linea 6, mis motivaciones solo se rigen por el debo y no por el puedo. Me cuesta dormir, mi cabeza piensa rápido y las ganas de que me sigan preguntando '¿cuanto te falta?' gente que acabó hace años mientras sueltan un "puff" al escuchar mi respuesta, son las mismas ganas que tengo de vomitar azufre.

No deja de ser curioso que a pesar de todo, a esta carrera le deba prácticamente quien soy ahora. Me ha hecho encontrar por el camino a mis mejores amigos, uno de los cuales incentivó que me fuera a Londres conociendo allí a esa otra mitad de personas que rigen mi estabilidad para no volverme medio majareta un día de estos. Oh amigos, ¿qué cojjjj... me quedaría si no fuera por vosotros?

Y supongo que después de desahogarme de esta manera dormir será un poco más fácil. Siempre viene bien hablar sobre el monstruo que nos come cada día un poquito más el estomago y además, he hecho bastante tiempo con esta especie de redacción para el cole sobre como ves tu futuro.