sábado, enero 24, 2009

Ese primer trago

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Un día en Londres me tocó trabajar sirviendo cervezas en un campo de rugby. Inglaterra, rugby, cerveza... sí, fué un día muy ajetreado. Se acercó un chaval que debía rondar los doce años y me pidió dos pintas. Compungido por no poder haber comprado las cervezas, el niño se fué cabizbajo hasta unos metros más atrás donde le esperaba su padre que, al reencontrarse con él, agitó la mano en la cabeza de su hijo como diciendo: "no te preocupes, lo has hecho muy bien" sin conseguir que el chaval levantara su mirada triste del suelo.

Acto seguido vino el padre hacia mi barra. Una barriga del tamaño de un balón de Nivea se dejaba ver por debajo de la camiseta que le quedaba algo corta. Llegó a la barra. Tragué saliva:

- Two lagers, mate.

Le pongo las dos cervezas y se va normalmente dándole una de esas pintas de medio litro a su hijo que levanta su redonda cabeza rosada mirando a su padre. Casi puedo ver las lágrimas en sus ojos mientras le dedica la mejor de sus sonrisas dando el primer sorbo.


Salgo del flashback que me ha producido esa sensación en mi garganta. Ese primer trago que me hace apretar los ojos. Aún con el vaho en el vaso y los dos dedos de espuma reglamentarios, mi garganta deja de estar seca como un cartón para encontrarse en perfecta armonía consigo misma. Por un momento ningún problema parece demasiado importante. El mundo es un lugar perfecto.
Dios santo, ahora entiendo a ese padre y a ese hijo.

Si me perdonais, voy a meter una cerveza en el congelador.

miércoles, enero 21, 2009

Tacones cercanos

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Ando deprisa a través del parque más con la necesidad de alejarme de mi casa que con la de llegar a algún sitio. A la derecha, por el camino de tierra, aparece una señora que se coloca dos pasos delante de mí lo cual me altera de forma que no acabo a entender del todo. Oigo el traqueteo de sus tacones contra el asfalto que coinciden con los pasos que yo voy dando y mi alteración encuentra su leitmotif. Caigo en la cuenta de que es lo más parecido a llevar zapatos de tacón que me ha ocurrido nunca e intento acelerar mi ya acelerado ritmo para desacompasar los pasos y quitarme de encima esa impertinente sensación.

Abro la puerta de salida del parque con una distancia sobre la señora que me hace pensar muy rápido y en muy poco tiempo sobre si debería sujetarle la puerta amablemente o hacerme el longaniza y seguir mi camino. Mis pensamientos se entremezclan y si bien en el primer momento pienso en seguir, mi decisión final es sujetarle la puerta al notar de nuevo el arrastrar de sus tacones en mis tímpanos. Cierro los ojos ojos con fuerza y sujeto la puerta con la yema de los dedos. A punto de llegar, la puerta se me resbala de los dedos cerrándose esta su cara.

Me disculpo con un "lo siento" afónico que resulta más cercano a la voz de un castrati que a la de un hombre de 24, haciendo de lo ocurrido algo más absurdo aún, y sigo mi camino como si nada hubiera pasado. Empiezo a andar más rapido.

A mi izquierda, tras unas vallas que producen al ritmo de mis pasos un efecto de sol y sombra bastante incómodo, puedo ver como unos niños juegan al baloncesto en lo que debe ser el recreo. Sin dejar de andar veo a uno de ellos botar el balón con una destreza más propia de algún filial que de un niño de un colegio de barrio. Justo en el momento que va a tirar a canasta, un muro aparece de la nada para taparme la visión. Impulsado por el ritmo que me había producido la señora de los tacones, prefiero andar más rapido para pasar el muro y ver si la canasta entra, antes que frenarme y dar marcha atrás. No veo como entra la canasta, pero veo al niño chocando la mano con un compañero. Pienso que es casi mejor haber visto eso.

La señora de los tacones, el muro... mi ritmo empieza a parecerse más a correr que andar rápido. Veo que estoy a dos minutos de llegar a mi destino y decido apretar el ritmo algo más. Empiezo a cansarme cuando por el camino de la izquierda oigo algo que me resulta vagamente familiar.



Es la señora de los zapatos de tacón
. Repaso el recorrido en mi cabeza en busca de rutas alternativas y desisto pensando que tengo que retomar lo de ir a correr.

Llego a mi destino y me encuentro con alguien:

- Que pasa, tío.

Mi voz vuelve a ser la de un hombre.

sábado, enero 17, 2009

Entrada 200: Reeditando

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Me acuerdo que hace unos cuantos años nos juntamos un amigo y yo en su casa para ver un concurso de triples que tenía grabado. Era el concurso del 88 y en la final se enfrentaban Dale Ellis y (como no podía ser de otra forma) Larry Bird. Iban empatados a 15 , Ellis ya había acabado y a Larry Bird tan solo le faltaba el último balón. Cogió ese último balón, se posicionó, miró al aro y en cuanto tiró todo pareció ralentizarse, incluido el corazón de Bird, que nada más despegarse el balón de sus dedos y con este a mitad de camino hacia canasta, levanto el dedo índice hacia el cielo, en señal de “Este va dentro. He ganado”. Y algunos que estuvieran viéndole pensarían, “¡Pero que hace levantando el dedo!¡¡Como la falle y no entre se va a colmar de lo lindo!!” sin embargo, otros más sensatos pensamos algo así como: “Que grande eres, cabrón...”



El triple entró, claro.

Esos dos segundos en los que el balón daba vueltas por el aire hicieron que una tarde aparentemente normal, tuviera un detalle que se me quedaría grabada a fuego en mi cabeza hasta hoy. Yo miré la trayectoria del balón.

Y a veces estás en un grupo amplio de gente en el que rodeado de diferentes conversaciones y al no saber a cual atender, te quedas en tu propio mundo esperando a que alguien te baje de él o simplemente te quedas y te fijas en cosas ajenas a las conversaciones, como si tus pensamientos se transformaran de repente en la voz en off de una película y tus colegas fueran unos figurantes que solo gesticulan. Te fijas en la risa. Observas el movimiento brusco de una primera carcajada y atiendes especialmente al momento en el que esa sonrisa vuelve al estado de seriedad. Miras las manos que sujetan los cigarros y lentamente inclinas la cabeza hacia arriba porque sigues con la mirada la trayectoria del humo. Observas a esa tía y te fijas detenidamente en su vaso de Cointreau (Cuantró). En él hay dos cubos de hielo y una pajita con la que los marea los hielos de un lado para otro. Bebe despacio y no te fijas ni en el vaso ni en la cara de la chica, solo miras la pajita y el subir y bajar del cointreau que se transparenta a través del plástico.

Y entonces, alguien te despierta del letargo con un “Eeeeeh, tronggggo, quetehajjjjquedao en la parra…. Jajajajajaja”. Y trás cagarte en la puta madre de ese alguién te haces uno más en todo ese cúmulo de trayectorias que seguro pasarán inadvertidas a lo largo de toda esa noche y posiblemente también a lo largo de toda tu vida.

Cuando era pequeño, recuerdo que en clase de literatura había un ejercicio en el que te ponían pequeñas historias y había que subrayar en rojo cual era la introducción, en amarillo cual era el nudo y en azul cual era el desenlace.


Quizás hoy subrayaría de azul el nudo.

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Dedicado a Quico.

domingo, enero 11, 2009

Cold as hell

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Enciendo la luz del cuarto de baño decidido, desafiante. Miro hacia el otro extremo de la habitación a un váter blanco confiado, arrogante. Solos él y yo el duelo se presenta en clara desventaja cuando, con la sudadera y la camiseta metidas por dentro del pijama, palpo la calefacción y noto que, efectivamente, sigue apagada y fría como un témpano.

Ese váter. Ese puto váter. Me sonríe, me dice: Mfé... pobre iluso, mientras sigue inalterable a mi sufrimiento. Y bueno sí, podría recubrir la taza de papel higiénico, pero de la más absurda de las formas siento que así sería demasiado fácil. Frunzo el ceño, ando hacía él decidido, desafiante, me bajo los pantalones y todo lo que hay por delante y lanzo un sonoro "Fffffffffffffff" al cielo al apoyar mis posaderas en él.

Groenlandia. Rebuscar entre el congelador del todo a cien para encontrar el flash de lima limón. La calefacción que tengo a mi lado... Por un segundo, mi piel se pone de gallina hasta el último poro y todas mis ideas viajan en un autobús con escarcha destino a Romford.

Ahora... ahora, te vas a cagar - le digo.

Segunda prueba: Ducharse.

Dejo correr el agua durante un par de minutos. Toco la calefacción, pienso en aquello de no malgastar y dejo correr el agua un par de minutos más. El asunto es: La calle está nevada, en mi cuarto de baño no hay calefacción, acabo de sentir Siberia en mi culo ¿y ahora me tengo que despelotar y meterme debajo del agua?

Levanto mi brazo, me huelo el sobaco, me desnudo y entro en la ducha.

No hay agua caliente.

Vuelve a los diez segundos llevándose trás de sí un puñado de lágrimones y otros tantos gritos de nenaza que han salido de mí. Si cuando muera tengo uno de esos flashbacks de mi vida, creo que estos diez segundos van a ser la escena principal.

Salgo de la ducha y pienso que estar en verano delante de una chimenea y cuatro abrigos encima es un mejor plan.

Salgo del baño victorioso, me tomo un té caliente y puedo ver en el reflejo del azucarero, una cara deformada con los labios morados.

Empiezo a sentirme mejor.

jueves, enero 08, 2009

Hannibal

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- Pero ¿has intentado tumbarte y buscar el sueño a oscuras? Seguro que así es más fácil que perdiendo el tiempo delante del ordenador - me preguntan

Si respondiera a esta pregunta que NO, todo el coñazo que me gasto con el tema de haber perdido el control de los biorritmos por completo, sería absurdo.

Creo que hay un momento decisivo en el que el rato que paso en la cama pensando historias, reconstruyendo mis días, haciendo conjeturas... se corta para buscar el sueño de alguna otra forma. A veces es a los quince minutos, otras quizá a la hora y media, el caso es que en el momento en el que me rindo coincide con el momento en el que escucho mi armario crujir de la nada. Antes o después, sin saber muy bien a qué responde, ocurre.

Ese puto sonido...

Cuando uno esta a oscuras en la habitación a punto de dormir, el silencio sepulcral se mezcla con el despertar de los sentidos. No hay más que ponerse la música que habías llevado a la calle en los cascos y luego comparar el volumen a oscuras en la cama.

Ese puto susto...

Y empiezas a oir el frotar de tus pies por el frío, el palpitar del corazón contra la almohada, la respiración entrecortada por momentos, el crujir del armario...



Creo que tengo un plan...

viernes, enero 02, 2009

Tu deuda conmigo

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Bien entrada la madrugada, una cama con buen aspecto parece reclamarme. Lo que otras veces es el mejor de los planes, hoy es un reto. Apago el ordenador, apago la luz, me tumbo y al poco rato, en el fondo de la oscuridad, puedo ver dando vueltas cabezas de gente sobre un fondo negro dándome consejos con distintas voces todas distorsionadas por un desagrable eco:

- Tienes que levantarte un día muy temprano, dormir dos horas si es necesario...

- Vete a correr, haz ejercicio...

- Échate novia, hazte una paja...

- Dormidina, valeriana...


Mi corazón se acelera e intento evadirme agitando la cabeza y pensando en los Lunnis. No funciona. Enciendo la lámpara que tengo encima de mi cabeza y me quedo durante dos minutos mirando al techo con la respiración entrecortada y con una gota de sudor que se desliza de mi sién a la almohada.

Me levanto y voy a la cocina a por algo de comer. Por el camino veo a mi madre durmiendo en el sofá del salón con la pantalla de su portatil a escasos centímetros de su cara del que sale una melodía de alegría y pandereta que despierta mi curiosidad. Me asomo y veo a Lina Morgan con cara de Lina Morgan sobre unas letras que dicen: Hostal Royal Manzanares. Miro a mi madre durmiendo como un bebé, sonrío y voy a por ese tazón de cereales.

Nada más entrar me encuentro a mi perro arrinconado en una esquina durmiendo sin que la luz que acabo de encender le altere. Lleno un bol de cereales hasta que desbordan, pongo la radio, hago cosas. Rey sigue dormido.

A punto de entrar de nuevo en mi habitación, caigo en la cuenta que por el hueco de debajo de la puerta de la habitación de mi hermana, sale la luz de su tele. Ha vuelto ocurrir. Entro a apagarla y veo que mi hermana me mira fijamente, se incorpora sin dejar de mirarme, me dice algo completamente ininteligible y se vuelvo a dormir haciendo antes una especie de gruñido.

- Puta loca - vuelvo a sonreir

Con un pie fuera de la habitación de mi hermana, la tele ya apgada hace que la casa quede en silencio a excepción de los ronquidos que de la habitación de mi padre salen. Pensando esto veo salir a mi hermano Alex de su habitación con traje y cara de mala ostia.

- ¿Vas a trabajar?
- Jmmmm

Me parece una respuesta más que justa.

Vuelvo a mi habitación, enciendo la luz y vuelvo a ver a mi cama.

Empieza la segunda parte.