miércoles, julio 27, 2011

Cierra los ojos

Escucho Thom Yorke desde el mp3 mientras espero al metro en la estación de Alameda de Osuna. Giro bruscamente la cabeza para ver el tren que llega lo que provoca que le de un tirón a los cascos. Deja de escucharse el casco izquierdo. Saco el mp3 del bolsillo, giro los cascos en la zona de la entrada y vuelve a escucharse ese casco izquierdo. Me meto el mp3 en el bolsillo y vuelve a dejar de escucharse ese casco izquierdo. Paciencia, Curro.

Se para el metro frente a mi y entro escuchando Harrowdown Hill a medias, me siento con la mente puesta en sacar el mp3 y volver a toquetear la entrada de los cascos pero el impacto de mi culo con el asiento parece ser suficiente. Bien. Acaba Harrowdown Hill, empieza la siguiente canción y me doy cuenta que me apetece escuchar otra cosa, o lo que es lo mismo, me apetece poner en riesgo la integridad de la música en estéreo porque me he encaprichado en escuchar algo más cañero. Bueno, igual tengo suerte y al sacarlo esta vez sigue intacto.

Vuelve a silenciarse el casco izquierdo. Vale, tienes el mp3 en la mano, decide que vas a escuchar, colocate el mp3 estratégicamente en el bolsillo y después de eso no muevas un jodido músculo. Decido escuchar Norma Jean, pulso el play y meto el mp3 en el bolsillo. Una vez ahí empiezo a girar los cascos. Los doblo contra la entrada pero aguantan solo el tiempo que se queda doblado. Pruebo a enrollar los cascos en el mp3, nada. Saco los cascos y los vuelvo a meter, nada.

Voy por Torre Arias, suena la tercera canción del disco y aun me sigo tocando el bolsillo como si estuviera desactivando una puta bomba. Paciencia Curro, pacien... Y entonces vuelve a funcionar. Y sin necesidad de sujetar los cascos con la mano. Paralizo mi pierna, saco la mano de mi bolsillo lentamente y mientras disfruto de la calidad del estéreo dejo el cuello rígido y estirado.



Miro a mi alrededor moviendo solo mis ojos, no estoy dispuesto a que la curiosidad de ponerle cara a las figuras que percibo por el rabillo del ojo me estropeen el viaje. Me atrevo a cerrar los ojos y de repente me encuentro envuelto en esa agresividad desgarradora que mi cuerpo me pedía, abro los ojos y veo que una señora tiene que hacer un escorzo para esquivar mis estiradas piernas. Automáticamente echo las piernas para atrás, gesto que en mi cabeza se reproduce a cámara lenta mientras oigo un Nooooooooooo...

Pero la música sigue sonando como si nada hubiera pasado. Los cascos aguantan como si estuvieran forjados de aluminio y en mi mente estoy haciendo un headbanging que disloca mi cuello.

Al rato una embarazada se para delante mía, le cedo mi sitio y al levantarme deja de sonar no solo el casco izquierdo, sino también el casco derecho. Me quito los cascos, me los meto en el bolsillo y vuelvo a cerrar los ojos.

domingo, julio 24, 2011

Europa está viviendo una celebración

Desde hacía unos cuantos meses venía hablando con mis amigos sobre la idea de hacer un viaje por Europa este verano. Unas jarras vacías y unos cuantos engorrosos mensajes por Facebook después, fueron suficientes para decidir quienes y donde íbamos.



Praga


La emoción del recién llegado, un habitación de hostal que terminó siendo un apartamento compartido con gente invisible y una ciudad en la que nos fue todo cuesta abajo y en la que incluso perderse buscando un bar podía resultar agradable, hizo que empezar el viaje con buen pie no es que fuera fácil, es que fue inevitable.



A veces, cuando escucho la expresión "salir de fiesta", no puedo evitar imaginarme a un joven poligonero en el Diario de Patricia (o de quién cojones sea el Diario ahora), respondiendo de esa forma a la pregunta "¿Cuales son tus aficiones?", quedándose en completo silencio a continuación y poniendo cara de: ¿de verdad esperáis algo más?. Llegar un jueves y tener una extensa lista de bares a los que visitar hicieron que mis pequeñas demencias personales se vinieran abajo irremediablemente. Y afortunadamente así fue, porque si bien el casco antiguo de Praga, las vistas desde la ciudad pasado el Puente de Carlos o incluso el gracejo de los personajes espontáneos con los que nos cruzamos a menudo eran más que notables, la vida nocturna fue redonda por el contexto y por la situación. Quiero decir, no es que esté orgulloso de haberme subido al escenario de un bar a cantar Ska-P como si me fuera la vida en ello, pero lo que si es seguro es que el recuerdo que tendré sobre aquello a pesar de todo será imborrable.

Viena

Viena ha contado con muchos handicaps a la hora de destacar en nuestro viaje: saber que era la ciudad más cara de las que ibamos a visitar, parar en un hostal en el que a las ya conocidas condiciones clandestinas se le unió un servicio de bochorno (como en muchos de los establecimientos a los que fuimos) o estar de lunes a jueves allí impidiendo que nuestro espíritu de gambiteros por Europa explotara al 100%. Y si bien estos detalles no ayudaron, luego salías a pasear y dabas con sitios como estos:





Por mi parte y para equilibar la balanza, Viena estaba metida en mi cabeza desde hacía tiempo gracias a la película "Antes del Amanecer". Ser testigo en primera persona de los sitios por los que pasean los personajes de una de mis películas favoritas fue un regalo que me hacía pasar por alto de manera más fácil los otros inconvenientes.

Bratislava


Viena y Bratislava, al parecer, son las dos capitales más cercanas la una a la otra. Sabíamos que se nos había perdido poco en Eslovaquia y que lo que allí ibamos a ver no iba a dar para demasiado, pero teniendo cuatro noches en Viena, hacer una excursion de un día a Bratislava en un tren que poco más de una hora te dejaba allí no parecía mala idea.



Ciudad pequeña y muy agradable que puedes ver en un día sin problema. A destacar los precios ridículos y las mujeres que parecen sacadas de una piñata gigante de tías buenas. Absurdo.

Budapest


Como muchos sabéis Budapest se divide en Buda y en Pest, las cuáles están separados por el Danubio. Buda tiene un estilo pequeña ciudad medieval situada en lo alto de una colina y desde la cual puedes ver el resto de la ciudad en unas vistas increibles en las que personalmente destacaría el Parlamento, uno de los edificios más bonitos que yo haya podido ver.



La zona de Pest es más ciudad al uso y a pesar de encontrarse uno en un ambiente en el que todo resulta más común a lo conocido, transmite una calma que no la tiene Madrid ni 7 de Agosto a las tres de la tarde.

Sea como sea, el encanto de Budapest y la conexión que hemos tenido con la ciudad no ha nacido tanto de edificios o calles, sino de situaciones y anécdotas que igualmente recordaremos por los siglos de los siglos - amén-.

Y es que cuando uno se embarca en uno de estos viajes inconscientemente compara viajes pasados pensando en que estaría bien que se dieran cosas míticas como las de entonces. Más tarde te acabas dando cuenta de que cada viaje es único y que ponerse a comparar es una pérdida de tiempo ya que tarde o temprano las anécdotas llegan convirtiendo las ciudades en escenarios donde situar las historias cuando sean recordadas en un futuro.

A Gonzalo, Manolo y Roberto no me queda más que darles las gracias.