lunes, mayo 26, 2008

Andrómeda

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Me lavo la cara con fuerza en frente del espejo del cuarto de baño, me miro fijamente sin secarme y me quedo embobado con esa gota que se decide a saltar de mi nariz hacia el lavabo. Parece caer a cámara lenta, parece que me habla en ese corto espacio de tiempo. Me saluda y la veo despedirse de mí agitando una improvisada mano mientras cae por el sumidero. La culpa es de Moulin Rouge, tiene que serlo. Que me de pena una gota de agua que corre por una tubería se debe a estar catalogando en el trabajo la banda sonora de Moulin Rouge. Come what may y sécate la cara ya, gilipollas.

Salgo de casa fresco, mirando al cielo con los cascos puestos, comiéndome un plátano y pensando que estoy a gusto. Por un momento pienso en que la ropa que he elegido influye, pero que coño, si hubiera estado catalogando Caníbal Corpse todo lo que no hubiera sido chupa de cuero y calzoncillos de tachuelas hubiera sido una soberana mariconada.

En mis oídos suena Health Control, entro al metro y me siento donde siempre. Siguiente parada y unas madres entran cos dos niñas y un niño de edad parecida que debía rondar los seis años. El niño está justo en frente de mi. Al rato se arranca a bailar y a moverse como poseído. No puedo dejar de mirarle y lo cierto es que su contoneo me empieza a parecer bastante bastante gracioso. Cruzamos miradas. Envidio de los niños ese pasotismo a la hora de esquivar situaciones tensas, el niño seguía moviéndose de un lado para otro como si el que le estuviera mirando fuera un muñeco de cera. Es entonces cuando me pregunto si todo eso tenía alguna razón. Encuentro un porque al quitarme los cascos y escuchar un acordeón que suena desde la otra punta del metro. ESBOZO una sonrisa, saco la psp desde la que escucho música y aprovecho el parón para cambiar de disco. Pongo el Ultrasónica de Los Piratas y me pregunto si en el mundo entero existe algún nombre de un disco que suene menos popi que ese. Es solo pensarlo y de mi piel brotan lunares rojos y complementos del HyM.

Paradas después se bajan los niños mientras pienso en lo...mmmmm... raro que me resulta cuando un niño me sujeta la puerta para que entre al portal. Es como... ¿por qué tengo la sensación de que un simple gracias no vale, sino que tengo que sonreírle, darle las gracias y darle un toque en la cabeza en una especie de “muy bien muchacho!”? Qué se yo, Moulin Rouge o algo.

Pasa una parada y se sienta un hombre con cara de simpático en frente mía con una niña al lado de unos diez años. Empiezan a jugar a las palmas: Cho – co, Cho – co, La – La, Cho- Co, Cho – co, Te – Te... conozco ese juego. Cada vez lo hacen más rápido y es el hombre el que siempre se equivoca provocándome otra sonrisa de la que ni Terminator hubiera escapado. El padre me mira, yo miro hacia abajo y veo en el suelo una muestra de colonia de Bodybell. Siguen jugando, suena El Equilibrio es imposible y sus risas se vuelven más contagiosas por momentos cuando la canción llega a sus notas más altas. Se me hace un nudo en el estómago

jueves, mayo 22, 2008

Introspección

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Estos son dos, se cae el de la derecha y dice el del medio: joder, para una vez que no me toca a mí.

Buenas o malas, lo que nos mueve por dentro y nos hace sentir cosas son las sensaciones nuevas, las inesperadas. Ese tío que aparece en mitad de un oscuro pasillo sin que tu lo esperases te hará gritar como hacía tiempo que no lo hacías. Un adolescente que se tropieza con una farola que no ha visto venir, te hará descojonarte sin saber por qué. Los aprobados que mejor saben son de esos exámenes por los que no dabas un duro y los suspensos que más duelen son esos otros que habías bordado. ¿El mejor regalo? Que no se lo espere, que cuando lo desenvuelva te mire a los ojos y se pregunte como has sido capaz de encontrar eso independientemente de cuanto te haya costado.




Hoy me ha dado por revisar el blog (vale sí, a veces lo hago) he pinchado en abril de 2006, he leído unos cuantos posts y he pensado “joder... ¡mola!”. Con la objetividad que produce el leerse al cabo del tiempo ya que lo escrito lo he visto con ojos de que lo ha podido hacer cualquiera, lo que se me ha venido a la cabeza es que la persona que ha escrito eso me caería bien. Acto seguido me he preguntado por qué no escribo tan fluido como antes y por qué tengo la sensación que a mi yo de dentro de dos años, si leyera lo que escribo ahora, no le despertaría esa simpatia. La respuesta es fácil y breve, tan breve como una sola palabra: Exigencia.



Y esto del blog no es una cuestión de demostrarle al mundo lo gorda que la tengo y lo bien que lo hago, porque siendo sinceros, si antes no me leía mucha gente, la inconstancia de los posts hace que hoy por hoy me lea mucho menos. Lo hago por mí. Exigencia, espiritú de superación, putada, llámalo como quieras, pero leerme a mi mismo hace un tiempo me ha hecho tener ganas de que desaparezca esta sensación.



Leo a Gonzalo y pienso, “que cabrón, que pedazo de post le ha quedado” y no ha escrito mas que una tarde en la que se ha ido a comprar unos vaqueros y se ha cruzado con un par de personas. Sin pretensiones, simplemente escribiendo y dejando a un lado intentos en vano de hacer de un blog minoritario el próximo guión de Tarantino. Y es que a veces la mejor forma de sorprender no es rebuscando en fondo del armario a ver donde está nuestro mejor complemento, a veces lo mejor es abrir el armario y contar qué cojones hay.

Cierro este post con el que me libero rescatando algo que dijo un tío que me cae bastante mejor que ahora:

Uno de los pequeños “miedos” que tenía al empezar el blog era llegar a tener la sensación de que las historias que contara pudieran, como decirlo… sudársela a la gente, bien porque resultara repetitivas o poco interesantes.

Con el paso de los post me he dado cuenta de que lo que puede conseguir que estos resulten un autentico coñazo es que esto me preocupe.

lunes, mayo 12, 2008

Siempre me gustó esta foto. Nunca me gustó madalena escrita con G.

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Hace ya un par de años, recorríamos ciudades entre trenes en los que, si hoy me montara en alguno de ellos, sufriría una de esas sensaciones que te hace creer que estuviste ahí ayer mismo.

Una marca: Senheisser. La de unos cascos que cubrían mi cabeza y conseguían que la música me envolviera de tal forma que, por una parte, impedía que entrase un solo ruido de fuera y por otra, me hacía prometer a mi mismo tener unos cascos parecidos algún día.

Meses después de que ese día llegara, me encontraba en el metro yendo desde un sitio hacia algún otro. Dos horas de sueño a mis espaldas me hacían no tener claro ninguno de estas dos cosas. En mi mano una madalena, en mis orejas unos Senheisser. Empezaba a sonar una canción en la que se escuchaba una fuente, un río, ruidos de alguna intro que me hacían agradecer no estar meándome. Sin prisa le quitaba el envoltorio a la madalena sin evitar, por supuesto, que algún trozo quedara pegado a él. Algún dia lo conseguiría, pero no iba a ser ese.

Una madalena, un envoltorio, unos cascos y una chica delante mia agitando de un lado para otro una botella de agua mineral. Parecía haber ensayado alguna coreografía con la música de mis cascos mientras yo salía de la hipnosis producida por el movimiento del agua para comerme el primer trozo de madalena.

De repente la música y la botella de agua cobraron sentido cuando el bolo alimenticio en el que se había convertido la madalena dentro de mi boca parecia hacerse más y más grande. ¿Habéis probado a tiraros un eructo en un concierto a todo trapo? Pues esa era la sensación. Unos cascos que desvirtuaban la realidad de un sonido, el de una boca seca amasando madalena, y le daban coherencia y necesidad a otro, el de la música del río, el agua, la fuente y de todas esas cosas que me hicieron desear arrancarle la botella de agua a la chica de enfrente mío.

Se acaba la intro, empezaba la canción, la chica se bajaba y yo me acababa la madalena.

Gracias por ella.