jueves, diciembre 23, 2010

... y tres semanas

Y busco en la palabra "Intensa", la respuesta que consiga que mi estómago no burbujee por lo incompleto de ésta a la pregunta: "¿Qué tal por China?". Sé que es absurdo, que muchas veces la gente te pregunta eso porque aunque en realidad les importe un carajo, joder, has estado un puto mes y medio en China, no te van a preguntar si has probado el nuevo sabor de los yogures de Hacendado. Sea como sea resulta inevitablemente doloroso ya que la interpretación que la gente puede darle a esa palabra puede ser ridícula. No sé, una sensación de tener que responder con un "de puta madre" a la pregunta de "¿Qué tal Cien Años de Soledad?". Es como verdad y mentira al mismo tiempo.

Y en el último post escribía sobre las desavenencias de mi paso por Guangzhou. Intentaba sacar cómo conclusión positiva al infierno laboral que sufrí, lo mucho que había aprendido y madurado con unos aires de Francis Lorenzo cuando actúa arrugando la frente que al releerlo me dió bastante grima aunque siguiera estando de acuerdo. Nerea me comentaba que no colaba, que ya podía haberme convertido en Gandalf que no compensaba tantas horas de trabajo.

Yo ahora, me crujo todos los dedos de las manos estirando estos y escribo:

Tras un mes en los juegos asiáticos trabajando de una sede en otra, llegaron las vacaciones por Hong Kong y por Tailandia que durarían una semana.

Hong Kong es un lugar bastante hostil, va bastante deprisa y en mi opinión su mejor virtud, es también su mayor defecto, y es que el hecho de poderte encontrar en un mismo sitio con cosas que te recuerdan a Nueva York, cosas que te recuerdan a Londres y cosas que te recuerdan a China, es increible y desconcertante al mismo tiempo ya que te da la sensación de que al país le falta una identidad propia.

Luego claro, das una vuelta al lado del paseo que hay por el skyline y se te quita la tontería de la identidad de un porrazo.



De Thailandia podría contar lo precioso que puede resultar el caos en Bangkok, la gente tan humana que te encuentras en cualquier rincón, la tranquilidad y el descanso necesario del que disfruté en las playas brutales de Phuket... pero no, creo que un embeed del youtube puede ser suficiente.




Y tras las vacaciones llegaban los juegos parasiáticos. A diferencia del primer mes, en esas dos semanas que me quedaban por delante tendría que trabajar tan solo en la sede de tiro con arco en lugar de ir de un lado para otro con el coche. Esto implicaba sobre todo, muchísimas horas menos de trabajo, conocer Guangzhou, relajarme en la habitación del hotel en la que podía ver la tele mientras me daba un baño de esos en los que hay tanta espuma que no te deja verle las tetas a la protagonista, o asentar relaciones de amistad con gente espectacular. La sensación fue que todavía no había vuelto de las vacaciones, que estas se habían alargado hasta mi vuelta a Madrid solo que de vez en cuando había que trabajar.

Y ahora de nuevo en Madrid con el sentimiento post... vacacional? más raro que haya vivido del que creo, hablaré en el siguiente post. Por ser coherente con la palabra en sí, supongo.

lunes, diciembre 06, 2010

Un mes

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Poco más de un mes desde que me fuí de Madrid. Esta frase con un calendario en la mano es cierta, pero en realidad es mentira. Desde ese 3 de noviembre, he cogido seis aviones, parado en cinco paises (Malasia de refilón, vale), dormido en seis hoteles y trabajado en más de diez sedes olímpicas distintas separadas por muchos kilómetros entre sí y haciéndolo durante jornadas que, con suerte, solo duraban 12 horas. Y todo esto dicho sin que la lluvia caiga sobre mí a lo Blade Runner, porque lo cierto es que por aquí hace un calor y una humedad que a veces roza lo insoportable.

Los chinos son obtusos, cabezones, bastante vagos y guarros como un dolor. Obtusos porque no son capaces de plantearse que habrá más allá de lo que "el de arriba" sea quien sea, les ordene. Cabezones en parte por este mismo motivo y es que si por alguna casualidad les llegas a plantear una forma más cómoda y fácil para todos de hacerlas cosas, pero que no es la establecida por "el de arriba", les crearás un colapso en la cabeza que acabara con un, "por mi cojones que esto se hace así" que, en serio, puede frustrar hasta extremos inimaginables. Bastante vagos porque se dispersan con facilidad, tienen el Iphone o el móvil para cualquier mínimo receso, que en caso de que dure un poco más de lo debido aprovecharán para usarlo durmiéndose en cualquier parte que os pudáis imaginar. Y guarros porque, como supongo habréis oido, son capaces de crear gargajos con una claridad que levantaría a ese único chino enterrado de su tumba, y tampoco tienen problemas para eructar o tirarse pedos en público como si de sacarse el calzoncillo del culo se tratara.

He tenido mala suerte con mis jefes, y es que cuando la hostilidad y la falta de respeto viene provocada por la inutilidad propia, pues uno se esfuerza por hacerlo mejor para cambiar la forma en la que es vista su trabajo. Cuando esta funciona de forma irracional y sin sentido, lo único que queda hacer es tragar y desahogarse entre cervezas con los amigos a los que les debo más de lo que se imaginan.

Todo este ambiente de pesadilla puede hacer ver que quedarme en España comiendo lentejas y pasando fresco hubiera sido mejor plan. Nada más lejos de la realidad y es que creo que todo este ambiente desfavorable me ha hecho crecer como persona de una forma que jamás podría haber imaginado y en tan solo... ¿un mes?.

Y después de este tiempo sin dar señales de vida escribo para hablar de como lo malo me ha influido para bien, y paso de largo sobre los mil detalles increibles y positivos que vienen dados no de patadas en los testículos, sino de situaciones buenas de gente de este país que merece tanta admiración por mi parte que no cabría en cuatro blogs.

De eso ya escribiré... y de las vacaciones, que madre mía de mi vida.