miércoles, junio 07, 2006

Viaje de vuelta

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Otro examen más.

Hace cinco minutos me preguntaban si quería que me acercaran a casa. Me negué simplemente porque me apetecía volver solo, cosa que tras ver entre unos matorrales como se me iba un autobús y como el siguiente en el que entré no conseguía sitio, me hicieron dudar sobre si mi respuesta había sido la acertada.

Siento como el hecho de que este cansado anímicamente, provoca que también lo este físicamente. Abatimiento es la palabra que se me viene a la cabeza, la cual tengo apoyada en una barra del autobús, esperando a llegar a Moncloa y allí coger el metro.

Llego al metro y bajando las escaleras veo al tren arrancar sin ni siquiera darme la opción de correr para intentar alcanzarlo. Suspiro. Miro el marcador y me dice que quedan 2 minutos para que llegue el próximo. El próximo tren.

Me siento en uno de esos asientos de metal del andén que casi siempre están ocupados, y es que alguna ventaja debía tener que al conductor no le hubiera dado la gana esperar diez segundos más.

Entro al metro y pillo sitio. Suspiro otra vez y cierro los ojos sin llegar a dormirme. Cuando los vuelvo a abrir ya habían pasado dos paradas. Noto como las lentillas se me secan por el sueño y me tengo que frotar los ojos para dejar de ver borroso. Cuando finalmente consigo abrirlos del todo y ver con nitidez lo que hay a mi alrededor, me sobresalto al ver que la tía que tengo sentada justo delante lleva unas gafas de sol que le cubren tanto la cara que se acerca más a mi concepto de máscara, que de gafas.

Agacho la cabeza un poco y sin siquiera haberlas visto acierto en cual es su tipo de calzado:

Alpargatas rosas.

Llego a otra estación sorprendido porque no hubieran pasado dos paradas más. Antes dos paradas se me hicieron como una, ahora una se me hace como dos.

Me cago en las alpargatas.

Vuelvo a cerrar los ojos para poder ver cosas agradables como zapatillas azules, o unas gafas de sol de verdad. Consigo apartar de mi cabeza imágenes desafortunadas para recordar la extraña sensación que me aborda cuando coincido con alguien en el cuarto de baño porque ambos nos lavamos los dientes. Siempre hago una carrera aún sin el conocimiento de la otra persona pero en el que la persona que gana es aquella que acaba más tarde. Supongo que se me ha quedado una rencilla de cuando era pequeño y tenían lugar este tipo de eventos en los que si uno acababa antes, la típica recriminación del que estaba al lado saltaba en modo de: “Joe eh! Que poco tiempo te lavas los dientes… ¡se te van a poner amarillos!”.

Vuelvo a abrir los ojos. Solo quedan dos paradas y me doy cuenta que los viajes se me hacen más cortos cuantas menos ganas tengo de llegar a mi destino.

Se baja la tía de las alpargatas.

No puedo evitar mirar prácticamente todos los pies de las personas que tengo delante a pesar de lo poco que me gustan. Demasiadas sandalias.

Demasiados cayos.

Llego a mi parada y bajo trastabillado por esa mujer que entró sin dejar salir y que me hace resoplar algo así como: “Jrfffffff”.

Veo a mi hermano entrar por otra puerta al vagón del que yo salgo y le grito un “¡¡hasta luego!!” que no consigue oir a diferencia del resto del andén que me mira con ojos de “¿es a mi?”. Al no parecerme apropiado responder “no, no es a vosotros”, estiro la cabeza y la muevo de un lado a otro para hacer ver que busco al destinatario de mis palabras. Ni puto caso.

Llego al autobús que me dejará en casa. Saludo al conductor y no responde. Si no le pego es porque lleva zapatos, y no alpargatas.

Me siento atrás del todo con la esperanza de no encontrarme con nadie y poder acabar el viaje de manera digna.

Arranca el autobús y cierro los ojos buscando algún otro pensamiento que tan útil me había sido en el metro. Sin saber como llego al recuerdo de un sueño que me hizo sudar mares durante la noche anterior, y es que ví como el que era mi jefe me recriminaba el por qué había dejado de ir a trabajar si el contrato aún estaba vigente.

Y solo de escribirlo ya he vuelto a sudar.

Intento recordar algún otro sueño más alegre y recuerdo uno bastante extraño en el que me veía a mi mismo pensando en un montón de estupideces yendo hacia la facultad para hacer un examen.


Suena: Mogwai – Moses?

8 comentarios:

Nieves dijo...

Está bien. No pienso dejar de llevar mis estupendas alpargatas negras. Pero eso no significa que no medite intensamente sobre ello cada vez que me las ponga a partir de este post.

Anónimo dijo...

la conclusion, sin duda alguna, es que siempre, y digo siempre, existen unos zapatos más feos que los que te habían dejado KO un segundo antes...

No pienso poner ejemplos.

Ha sido curioso conocer el otro lado del pc y los pasillos...además de por el origen de los tapers por algun que otro recuerdo familiar...ejem ejem..

Me duelen los pies, voy a por mis alpargatas rosas y verde fosforito...

bendito 114

Anónimo dijo...

ves? podría haber escrito cualquier otra cosa y no te habría dado tiempo a borrarlo...chhh

tendrás que pagar por mi silencio!

Rafa Gil dijo...

¿Te acuerdas de la secuencia en la que ET está bebiendo cerveza y Eliott se emborracha? A veces leo tu blog y siento algo parecido, como si todo lo que cuentas realmente me hubiese pasado a mi.

Curro dijo...

Nieves, lo que tu llevas al lado de lo que yo ví, son las Pony que llevaba Spud Webb en el concurso de mates del 86. Vamos, unas que molan mucho.

Zoe, que tenga que pagar por tu silencio después del viaje de ayer... poca vergüenza por dios!

Rafa, me han entrado muchas ganas de ver E.T. y no porque no recuerde la escena, logicamente.

Anónimo dijo...

la culpa es tuya curro q no sabes ni el camino a tu casa..

Anónimo dijo...

E.T. sigue vivo y reside en Torrelodones

tengo datos

Curro dijo...

Gonzalo, este seudónimo ha sido brutal... a la altura del "Zalucinante".