lunes, agosto 17, 2009

Comentarios del director: ON

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Bajando las escaleras oigo el ruido de un tren que se va. Aprieto los dientes hasta que consigo ver el marcador: 14 minutos. Unos trece minutos y medio después y con el metro entrando en la estación, veo desde mi asiento a un tío que corre sonriente al ver como, quizá la suerte de haber cogido ese semáforo en verde, o esperar un rato más hasta atarse los cordones, ha merecido la pena.

Esa gente, inevitablemente, me cae mal. Las imagino en sus casas, terminando su última partida al Mario Kart acabándose un burrito que desborda guacamole y pollo por todos lados, mientras yo tatuo a fuego los cuadrados metálicos del asiento que se hacen incómodos por momentos.

/Me gusta escribir sobre historias cotidianas. Me gusta hablar de gente que me cae mal de una forma tonta e irracional. Me gusta imaginarme que es lo que estarían haciendo esas mismas personas momentos antes de odiarlas.

Tres paradas y un transbordo interminable me espera a sabiendas de que debo tomarlo con rapidez si no quiero perder el último tren. Ando lo más rápido que puedo y mientras lo hago me pregunto dos cosas:

1) ¿Por qué tengo la sensación de que en los transbordos, andes en la dirección que andes, el viento siempre te va a dar de lleno en la cara? (entendiendo por viento esa corriente tóxica que parece venir del tubo de escape de un autobús)

2) ¿Como hace la tía de alante para andar tan increiblemente rápido?

Sigo andando y las respuestas a mis preguntas parecen esfumarse tras el hipnótico movimiento de pélvis de la prima de Usain Bolt, mientras siento que el viento transgénico está pudriendo mis lentillas.

/Me gusta preguntarme cosas incluso sin la necesidad de que tengan que tener una respuesta. Me gusta sentir que lo que en principio parece un coñazo, es en realidad una buena historia que escribir.

Sofocado por el brutal ritmo que imponía la liebre, me encuentro ya a pocos pasos del andén al que segundos antes había decidido entrar con los ojos cerrados. Siento que así voy a tener más posibilidades de que el metro llegue antes porque, cerrando los ojos con fuerza y deseando que de verdad llegue pronto, tendré muchas más posibilidades de que esto asi ocurra.

Abro los ojos: el próximo trén va a efectuar su entrada en la estación

De ninguna manera oculté mi satisfacción en la expresión, y mi cara de soy el puto amo no pasó desapercibida ni para la liebre que esperaba en el andén de enfrente a su trén que llegaría en 10 minutos, ni para aquel chico que, sentado en el asiento de pequeños cuadraditos de metal, me miraba con una cara mezcla de aburrimiento, asco, y odio. Más allá de apartar mi mirada, le devolví esta con una mueca y un levantamiento de hombros.

Estoy completamente convencido que aquel chico pudo adivinar el significado de ese gesto como un: He tenido suerte ¡pero eh!, ten por seguro que no me estaba comiendo un burrito mientras jugaba al Mario Kart.


/Me gusta sentir que algo tan absurdo como apretar los ojos con fuerza pueda significar algo. Me gusta empatizar de una forma tan brutal con alguien sin que ni siquiera me dirija la palabra. Me gusta creer que se lo que la gente piensa con solo ver su mirada. Me gusta que me gusten esas cosas y me gusta que me apetezca escribirlas.

miércoles, agosto 05, 2009

Aj

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A veces se lleva bien, otras quizá un poco peor y otras simplemente se te pone mal cuerpo e intentas sonreir, responder rápido y cambiar pronto de tema para que no hurguen más en tu herida.

¿Qué tal en Londres? - preguntan por ahí

Es evidente, uno se va de vacaciones y bien sabe que a la vuelta le van a preguntar. Unas veces porque les interesa y otras porque es lo que se supone que deben hacer aunque en el fondo les importe una polla. Y el hecho de que refleje mi hostilidad a la vuelta de la semana en Londres, es sin embargo una buena señal. Es señal de que todo ha sido tan increible que enfrentarme a lo de siempre me pone mal cuerpo. Y es que la cola para entrar en un avión de vuelta a casa es de las peores cosas que le puede pasar a un ser humano cuando queriendo guardar recuerdos, se encuentra con españoles muy españoles, con caras muy españolas y contando chistes muy españoles. Y sí, creo que esto ya lo había escrito alguna otra vez, pero es que en serio, duele mucho más que una sola vez.

Trafalgar Square tiene una similitud gigante con la respuesta a esta pregunta: Uno puede decir "guay" "de puta madre" o "cojonudo" que va a destilar sabor a deshonesto por los cuatro costados. No pueden usarse las mismas palabras para explicar eso que las que puedan utilizar un adolescente de La Peseta al resumir que tal ha ido su rave en Alcorcón. SIMPLEMENTE NO SE PUEDE, COJONES.

Y es que existen ciertos lugares en el mundo con los que conectas de una forma distinta. Lugares que independientemente de lo bonitos que sean, el simplemente estar cerca de ellos te hace sentir mejor. Esto me ocurre a mi con Trafalgar Square en Londres. Ya hace dos años que dejé de vivir allí y las sensaciones que sentía al ver a toda esa gente de un lado a otro en la plaza sentado en las escaleras gigantes estaban alli esperándome. Entraron en mi cuerpo en forma de pelos de punta y sentí como incluso me preguntaban: 'Oye tío, ¿donde coño estabas?'.

- ¿Qué tal Trafalgar Square?
- Joe, de puta madre

una semana después

- ¿Qué te pareció Trafalgar entonces?
- Buéhj, una mierda en realidad. De hecho, la ciudad entera no me ha gustado en absoluto

Y duele, porque algunos tienen el rincón de su barrio, el bar del cuñado o el parque aquel de los columpios, pero yo siento que tengo ese sitio que no está ni siquiera en mi ciudad y al que miles de palomas cagan cada día.

Y bueno, esto así en caliente. Igual mañana eso el blog para algo más en plan "Querido diario" y no tanto como un escupidero.