jueves, mayo 22, 2008

Introspección

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Estos son dos, se cae el de la derecha y dice el del medio: joder, para una vez que no me toca a mí.

Buenas o malas, lo que nos mueve por dentro y nos hace sentir cosas son las sensaciones nuevas, las inesperadas. Ese tío que aparece en mitad de un oscuro pasillo sin que tu lo esperases te hará gritar como hacía tiempo que no lo hacías. Un adolescente que se tropieza con una farola que no ha visto venir, te hará descojonarte sin saber por qué. Los aprobados que mejor saben son de esos exámenes por los que no dabas un duro y los suspensos que más duelen son esos otros que habías bordado. ¿El mejor regalo? Que no se lo espere, que cuando lo desenvuelva te mire a los ojos y se pregunte como has sido capaz de encontrar eso independientemente de cuanto te haya costado.




Hoy me ha dado por revisar el blog (vale sí, a veces lo hago) he pinchado en abril de 2006, he leído unos cuantos posts y he pensado “joder... ¡mola!”. Con la objetividad que produce el leerse al cabo del tiempo ya que lo escrito lo he visto con ojos de que lo ha podido hacer cualquiera, lo que se me ha venido a la cabeza es que la persona que ha escrito eso me caería bien. Acto seguido me he preguntado por qué no escribo tan fluido como antes y por qué tengo la sensación que a mi yo de dentro de dos años, si leyera lo que escribo ahora, no le despertaría esa simpatia. La respuesta es fácil y breve, tan breve como una sola palabra: Exigencia.



Y esto del blog no es una cuestión de demostrarle al mundo lo gorda que la tengo y lo bien que lo hago, porque siendo sinceros, si antes no me leía mucha gente, la inconstancia de los posts hace que hoy por hoy me lea mucho menos. Lo hago por mí. Exigencia, espiritú de superación, putada, llámalo como quieras, pero leerme a mi mismo hace un tiempo me ha hecho tener ganas de que desaparezca esta sensación.



Leo a Gonzalo y pienso, “que cabrón, que pedazo de post le ha quedado” y no ha escrito mas que una tarde en la que se ha ido a comprar unos vaqueros y se ha cruzado con un par de personas. Sin pretensiones, simplemente escribiendo y dejando a un lado intentos en vano de hacer de un blog minoritario el próximo guión de Tarantino. Y es que a veces la mejor forma de sorprender no es rebuscando en fondo del armario a ver donde está nuestro mejor complemento, a veces lo mejor es abrir el armario y contar qué cojones hay.

Cierro este post con el que me libero rescatando algo que dijo un tío que me cae bastante mejor que ahora:

Uno de los pequeños “miedos” que tenía al empezar el blog era llegar a tener la sensación de que las historias que contara pudieran, como decirlo… sudársela a la gente, bien porque resultara repetitivas o poco interesantes.

Con el paso de los post me he dado cuenta de que lo que puede conseguir que estos resulten un autentico coñazo es que esto me preocupe.

1 comentario:

Nerea dijo...

Clap, Clap... Clap!