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Mirando al cielo, un niño observa caer la lluvia de una forma distinta. Abre la boca para tragarse el agua sin ser capaz de saborear absolutamente nada, mientras fija la atención en gotas de lluvia individuales que sigue desde bien alto hasta que se estrellan contra el suelo. Sus manos le apestan a una mandarina que ha pelado hace tres cuartos de hora y el pelo le huele a esa colonia de bebé del que aún resuena en su cabeza el chirriante sonido del dosificador al apretarlo.
Un balón de fútbol le da en la cara dejándole una marca roja con forma de triángulos reglamentarios. Toda su atención se centra en la risa de unos niños que pasaban y que no hacen otra cosa que descojonarse y señalarle.
Ha dejado de llover.
5 comentarios:
Pues menuda putada..porque aunque sean de poca ayuda, esas goticas que caían del cielo podían haberle ocultado de esas risas burlonas y esos dedos índices estirados en su dirección.
A mí aún me duele uno que me dieron en primaria..
Normal, porque si siguiera tragando el agua de la lluvia de Madrid dentro de dos semanas sería el pez de tres ojos de los Simpsons, o Mordisquitos. Le han hecho un favor. En todos los sentidos, además.
...cuando crezca y ya no se acuerde de lo que significa ser niño...volverá a llover.
y volverá a abrir la boca.
Como la vida misma, un sin fin de balonazos...
Estoy con Quico.
Seguro que ese no es el último balonazo que pasará por su vida.
Y que esos niños no son las últimas personas que se reirán de él.
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